domingo, noviembre 13

Miras el reloj por enésima vez, son las diez en punto y aún no estas preparada, te empiezas a agobiar y te invade por completo el estrés, semidescalza te subes al coche corriendo, es un día importante y no te puedes permitir el lujo de estar llegando tarde. Durante el trayecto vas dando vueltas en tu cabeza de cada movimiento, de cada gesto, de cada mirada, lo que te pone aún mas nerviosa. Llegas y vas directamente a cambiarte para empezar a calentar, notas el ambiente que ahí ya, no tienes casi conversación con nadie, intentas estar lo más concentrada posible. Comienza por fin el campeonato y escuchas tu categoría, mientras te diriges al tatami correspondiente, te empiezas a quejar de que si estas fría, de que si me toca con aquella que es muy buena, y de si seguro que no me sale bien, pero es llegar allí y nada más entrar al tatami, es como que tú chip cambia por completo, te metes en la situación y te olvidas del resto, es tu momento, solo tuyo, de repente dejas de ser aquella niña pequeña y quejica y te conviertes en una gran mujer con ganas de darlo todo y más. Te sientes incluso mejor que las demás, con tu karateki perfectamente colocado y tu coleta completamente bien hecha, bueno no tan perfecta, ya que los dos pelos de siempre están caídos, pero aún así tienes esa sensación de superioridad que aunque no dura mucho, te da para decir soy la mejor, aunque verdaderamente no lo seas y nadie confía en que lo seas, por eso es, por lo que intentas esforzarte más, no solo para restregarles a todos que tú si puedes ser la más buena del tatami, si no también para demostrártelo a ti misma y tener la sensación de que todo el esfuerzo que has realizado ha valido realmente la pena. Suena el pito y observas el resultado, casi sin poder reaccionar ante tu sorpresa, coge y te invade esa sensación única de ganadora, porque pudiste, porque lo conseguiste, porque ya era hora de que le demostraras al mundo que tú si puedes conseguir lo que te propones, y aunque a muchos les disgustara tu resultado y pensaran que el tercer puesto era para otra, no te importa en absoluto, quizás te duela que piensen eso, pero no le das demasiada importancia porque los resultados hablaron por sí solos, y la felicidad que sientes en ese momento no te la quitara un simple comentario absurdo, por lo que coges y sales corriendo del tatami con una sonrisa de oreja a oreja y te tiras para abrazar a las dos personas más importantes de tu vida, y ahí es cuando descubres que los momentos felices vienen de cosas simples.

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